Mientras las televisiones de medio mundo ofrecían a diario imágenes atroces del genocidio perpetrado por Israel sobre el pueblo palestino en la Franja Gaza, la vida cotidiana seguía allí su obligado curso. Entre bombas, destrucción y muerte, también había momentos para soñar. Para el joven Habib Saqallah, los primeros meses de guerra no solo fueron una experiencia terrible, sino una especie de viaje iniciático físico y mental, propiciado por el cúmulo de vivencias acumuladas en su huida desde Gaza a Rafah y, muy especialmente, por la lectura del diario de Laila Azam, joven universitaria gazatí, rebosante de amor y empatía, sensible, reflexiva, que, aun sabiendo que la vida es desierto y oasis, que el viento puede soplar en contra, no se resigna al silencio ni a que nadie ni nada le robe sus sueños y su derecho a expresarse.